El ruiseñor de sueños ha cantado,
dejando estelas en el cuerpo
ávido de besos de otra boca,
sediento de licores de otro cuerpo.
Las golondrinas hicieron el verano
en el otoño febril de los espantos
y colmaron de manos los espacios
hambrientos de caricias curiosas.
La luna desmayó en sus carnes
para vestir presurosa y trémula
el camino del amplio proceso
que la deposita en el rayo de una alcoba
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